Por Guido Olimpio
WASHINGTON.- "El Renegado" es una presa muy codiciada, y por lo tanto necesita protección extraordinaria. Y no está dicho que eso sea suficiente. "El Renegado" es el nombre en clave utilizado durante la campaña presidencial por el Servicio Secreto, oficina encargada de velar por la seguridad de candidatos y presidentes, para referirse a Barack Obama. Clientes difíciles de proteger, pues el contacto directo con sus partidarios es como un imán para cada loco suelto que anda dando vueltas por Estados Unidos.
Desde el primer día de la campaña electoral, el dispositivo destinado a garantizar la seguridad de Obama fue "presidencial", pues era el mismo reservado a George W. Bush. Por su lado, Hillary Clinton y John McCain debieron conformarse con un número bastante inferior de ángeles guardianes. Un esfuerzo que en los primeros meses ya les había costado 110 millones de dólares.
Como primera medida, el Servicio Secreto reforzó eso que llama "la burbuja", una serie de círculos concéntricos de defensa. El primero es el círculo interior más cercano. Si el nuevo presidente se acerca a la multitud, seis agentes forman un "diamante" para rodearlo. Los dos de adelante escrutan las manos extendidas de la gente, dos más van a los lados y otros dos le cubren las espaldas. Otros agente ubicados a mayor distancia rastrillan con la vista el "campo", o lugar donde se realiza el evento, sin perder contacto con los tiradores apostados y los vigías armados de poderosos binoculares.
Si el auto de Obama queda atascado entre el gentío, le abre paso la policía local, seguida por gigantescas 4x4. La primera camioneta va ocupada por un grupo de hombres fuertemente armados, que por lo general dejan la puerta posterior abierta para poder actuar de inmediato en caso de riesgo. Cuando Obama asuma el cargo, se agregarán al cortejo un vehículo de comunicaciones y otro preparado para enfrentar ataques no convencionales. El convoy en su conjunto formará, de hecho, una burbuja móvil destinada a la defensa del Cadillac Uno, un mastodóntico modelo DTS 2006.
Su coraza de titanio, acero, aluminio y cerámica resiste no sólo ataques con ametralladoras sino también de lanzagranadas.
Para engañar a eventuales atacantes, el Servicio Secreto puede usar varios iguales en un mismo convoy. Ni bien se puede, el vehículo que lleva a Obama se introduce en el garaje del edificio donde lo esperan, de modo de ofrecer menos oportunidades a un eventual asesino. Aunque invisibles, las tareas de inteligencia e investigación previas son determinantes, especialmente en estos tiempos.
Los federales temen a los terroristas de Al-Qaeda, pero más miedo tienen de los neonazis, de los extremistas blancos y de algo peor aún: los cuentapropistas, esos lobos solitarios que declaran la guerra al estado y creen poder destruirlo eliminando al comandante en jefe.
WASHINGTON.- "El Renegado" es una presa muy codiciada, y por lo tanto necesita protección extraordinaria. Y no está dicho que eso sea suficiente. "El Renegado" es el nombre en clave utilizado durante la campaña presidencial por el Servicio Secreto, oficina encargada de velar por la seguridad de candidatos y presidentes, para referirse a Barack Obama. Clientes difíciles de proteger, pues el contacto directo con sus partidarios es como un imán para cada loco suelto que anda dando vueltas por Estados Unidos.
Desde el primer día de la campaña electoral, el dispositivo destinado a garantizar la seguridad de Obama fue "presidencial", pues era el mismo reservado a George W. Bush. Por su lado, Hillary Clinton y John McCain debieron conformarse con un número bastante inferior de ángeles guardianes. Un esfuerzo que en los primeros meses ya les había costado 110 millones de dólares.
Como primera medida, el Servicio Secreto reforzó eso que llama "la burbuja", una serie de círculos concéntricos de defensa. El primero es el círculo interior más cercano. Si el nuevo presidente se acerca a la multitud, seis agentes forman un "diamante" para rodearlo. Los dos de adelante escrutan las manos extendidas de la gente, dos más van a los lados y otros dos le cubren las espaldas. Otros agente ubicados a mayor distancia rastrillan con la vista el "campo", o lugar donde se realiza el evento, sin perder contacto con los tiradores apostados y los vigías armados de poderosos binoculares.
Si el auto de Obama queda atascado entre el gentío, le abre paso la policía local, seguida por gigantescas 4x4. La primera camioneta va ocupada por un grupo de hombres fuertemente armados, que por lo general dejan la puerta posterior abierta para poder actuar de inmediato en caso de riesgo. Cuando Obama asuma el cargo, se agregarán al cortejo un vehículo de comunicaciones y otro preparado para enfrentar ataques no convencionales. El convoy en su conjunto formará, de hecho, una burbuja móvil destinada a la defensa del Cadillac Uno, un mastodóntico modelo DTS 2006.
Su coraza de titanio, acero, aluminio y cerámica resiste no sólo ataques con ametralladoras sino también de lanzagranadas.
Para engañar a eventuales atacantes, el Servicio Secreto puede usar varios iguales en un mismo convoy. Ni bien se puede, el vehículo que lleva a Obama se introduce en el garaje del edificio donde lo esperan, de modo de ofrecer menos oportunidades a un eventual asesino. Aunque invisibles, las tareas de inteligencia e investigación previas son determinantes, especialmente en estos tiempos.
Los federales temen a los terroristas de Al-Qaeda, pero más miedo tienen de los neonazis, de los extremistas blancos y de algo peor aún: los cuentapropistas, esos lobos solitarios que declaran la guerra al estado y creen poder destruirlo eliminando al comandante en jefe.
500 amenazas
Durante la campaña, el FBI examinó más de 500 amenazas de muerte contra Obama, 100 de las cuales tenían motivaciones raciales. En dos ocasiones se llegó al arresto de algunos sospechosos, ambiciosos pero afortunadamente de escasos recursos, que soñaban con asesinar al entonces candidato.
Las autoridades desestimaron la seriedad de las amenazas, pero de todos modos anticipan algo que podría suceder. Por lo tanto, las fuerzas de seguridad han comenzado ya hace un tiempo a infiltrarse en los grupos más radicalizados con la esperanza de interceptar a tiempo información sobre posibles atentados.
También están bajo vigilancia las asociaciones extremistas fanáticas de las armas: la última semana, explotaron las ventas de armas por el temor a que el nuevo presidente imponga restricciones a su tenencia y portación. Y en un país donde ya circulan más de 200 millones de armas de fuego de todo tipo (desde revólveres hasta fusiles Kalashnikov), no es tema de risa.
Cuando Obama reciba las llaves de la Casa Blanca, para los 007 será más fácil protegerlo, pero por ahora deben arreglárselas. Cada vez que Obama sale de su casa para ir a su oficina en el centro de Chicago, los agentes tienen doble trabajo. Si el senador quiere regalarse un partido de básquet con sus amigos, habrá controles estrictos y rastrillaje del gimnasio, desde la cancha hasta las duchas.
Pero los mayores esfuerzos de seguridad se concentran sobre su residencia de Hyde Park Boulevard, en Chicago, una casa rodeada de mansiones y a pocos metros de la sinagoga más antigua de la ciudad, en una zona muy transitada. Desde ayer se cerraron algunos tramos de calle y se instalaron puestos de control, barreras contra ataques suicidas y cámaras de vigilancia.
El Servicio Secreto y la policía han puesto en funcionamiento el "filtro", una red destinada a reducir al mínimo el tránsito frente a la vivienda y verificar los antecedentes de los habitantes de la zona. Dieron vuelta el área como una media en busca de cualquier elemento sospechoso. Por ahora, el único que puede acercarse hasta la puerta de Obama es el cartero.
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