martes, 8 de octubre de 2013

OPERACIONES MILITARES USA: OBJETIVOS




Las dos operaciones comando en África son la última demostración de la presión que está ejerciendo Estados Unidos sobre Al-Qaeda en un continente donde el terrorismo islámico está en ascenso.
Pero el fracaso de la operación en Somalia y los reclamos del gobierno libio por el "secuestro" de un ciudadano local también pusieron en evidencia los problemas que tiene Washington en este complejo combate.



La incursión en Somalia reveló hasta qué punto este fragmentado país sigue siendo un santuario para los aliados de Al-Qaeda, más de 20 años después de que Washington interviniese en vano en su guerra civil. Y la de Libia demostró que tras la caída de Muammar Khadafy este país se convirtió en un anárquico campo de batalla, que se extiende desde el Mediterráneo hacia el Sur, hasta las profundidades del Sahara.
Tal vez, la prioridad de Estados Unidos a la hora de capturar a Al-Libi no haya sido tanto llevar a juicio a un sospechoso poco conocido de los atentados de 1998 contra las embajadas de Kenya y Tanzania, sino más bien perturbar el funcionamiento de su enemigo más virulento en un petroestado inundado de armas y situado en la puerta de Europa.


Un funcionario de seguridad de Siria y ex comandante de los rebeldes islamistas contra Khadafy advirtió que Al-Qaeda y sus aliados prepararían una violenta respuesta por la captura de Al-Libi.
Consciente de los riesgos de que su gobierno parezca un cómplice de Estados Unidos, el premier libio, Ali Zeidan, se apuró en decir que estaba siguiendo de cerca "las noticias sobre el secuestro de un ciudadano libio".


Abdul Bassit Haroun, ex comandante de la milicia islámica que trabaja ahora para el gobierno libio en seguridad, dijo que la incursión de Estados Unidos debería servir para demostrar que Libia no es un refugio para "terroristas internacionales".
"Pero también está muy mal que ninguna de las instituciones del Estado tenga la menor información en este proceso, ni tampoco una fuerza capaz de capturarlo", dijo Haroun. "Eso significa lisa y llanamente que el Estado libio no existe", agregó.


Haroun advirtió que los militantes islamistas, como lo acusados del mortal ataque de hace un año contra el consulado de Benghazi, pueden reaccionar con violencia: "Esto no lo van a tolerar", dijo. "Habrá fuertes reacciones de venganza, porque se trata de una de las figuras más importantes de Al-Qaeda", añadió.
Por el contrario, el gobierno somalí, que cuenta con el apoyo de Occidente, dijo haber cooperado con Washington, aunque su control de gran parte del país se ve limitado por poderosos grupos armados.
En el pasado, las fuerzas norteamericanas usaron aviones no tripulados para matar a ciudadanos somalíes, y el año pasado los Navy Seals liberaron a dos voluntarios secuestrados en el país.
Desde Nigeria en el Oeste, pasando por Mali, Argelia y Libia, hasta Somalia y Kenya en el Este, África ha sido escenario de importantes ataques contra su propio pueblo y contra los intereses económicos occidentales, incluyendo las plantas de gas del desierto argelino en enero pasado y el centro comercial de Nairobi, así como el asesinato del embajador norteamericano en Libia, hace un año.

Esa tendencia es reflejo de diversos factores, que incluyen los esfuerzos de Occidente para desalojar a Al-Qaeda de su base en Afganistán, el derrocamiento de los gobernantes antiislamistas autoritarios durante la "primavera árabe" de 2011 y el creciente resentimiento entre los pobres de África contra sus gobiernos, a los que consideran peones corruptos de las potencias occidentales.

Los expertos de inteligencia occidentales dicen que hay evidencias de un creciente vínculo entre los militantes islamistas de todo el norte de África, que comparten el objetivo de Al-Qaeda de establecer estados islamistas estrictos y de expulsar a los intereses occidentales de territorio musulmán.

Al-Libi, de quien se decía tras abandonar el Estado policial de Khadafy que se había unido a Ben Laden en Sudán en la década de 1990, antes de asegurarse asilo político en Gran Bretaña, tal vez haya sido parte de esa apuesta por consolidar una base de operaciones, según los analistas.


El primer ministro libio, Ali Zeidan, viene solicitando hace tiempo ayuda para restaurar la seguridad a las potencias occidentales que colaboraron con el derrocamiento de Khadafy. Pero con un país de seis millones de habitantes hundido en el caos, con sus pozos petroleros cerrados por protestas y el poder dividido en manos de bandos enemigos, no puede esperarse mucho.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

CUIDADO CON GERARDO ATUNCAR DELINCUENTE INFORMATICO